Los palomares acompañan al viajero por esta Tierra de Campos. Cobijan con su sombra las orillas del Camino de Santiago y sorprenden al peregrino con su arquitectura.
Son pequeñas construcciones que salpican estos campos. Se puede decir que no hay dos iguales. Unos son circulares, otros cuadrados y otros alternan caprichosas formas. Blancos, marrones o rojizos. Cada cual tiene algo que le diferencia del otro. Los palomares se vislumbran por campos y caminos como símbolo de la Tierra de Campos.
Nos ubicamos en el Palomar del Camino, situado en el llamado Pago de los Palomares, de construcción circular, con una pequeña puerta de acceso, construido en barro, en forma de tapial que genera un aislamiento térmico y sonoro, necesario para la cría de palomas.
El exterior era de tapial, siendo en varias ocasiones, reparado con adobe, posteriormente con ladrillo, y actualmente goza de un refuerzo en cemento. Todas estas reparaciones han devenido del paso del tiempo, dado que el agua de la lluvia y demás inclemencias climatológicas, provocan una fuerte erosión del barro y consecuente deterioro del palomar.
Su estructura se compone de un patio interior y de ahí parten diferentes muros hacia el exterior. Estos muros tienen multitud de agujeros a modo de nichos, llamados nidales, que son los hogares de las palomas.
Esta construcción se dedicaba en la antigüedad a la cría de palomas y hoy esta en desuso.
Las palomas utilizan el palomar como su casa, creando sus propios nidos en los nidales. Allí es donde ponen los huevos de los que nacen los pichones, que luego son recogidos por el propietario de la explotación para su consumo o venta a terceros. Cada año es necesario dejar algún pichón para seguir con la cría de palomas. Las palomas salen en bandadas por la mañana a alimentarse y regresan temprano por la tarde al palomar. En determinadas épocas del año es necesario suplementar su alimentación en el palomar para que así no le abandonen.
La cría de palomas era una actividad muy extendida por la zona de Castilla sobre todo durante la Edad Media. Si bien los palomares empezaron a abandonarse con la emigración rural a la ciudad, con la modernización del trabajo agrícola y con la fabricación de abonos químicos.